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ARTÍCULOS

Reflexiones sobre la motivación

Un acercamiento a las motivaciones de los alumnos de actuación.


por Alejandro Zingman


Me ha pasado de observar en los cursos de iniciación actoral, en los centros culturales donde me tocó oficiar de profesor de teatro, que la mayoría de los alumnos no han visto teatro, o han visto muy poco.

Es decir, han presenciado espectáculos: alguna comedia musical, una obra off por invitación de algún amigo, (asistencia casi piadosa que prefieren dosificar) o en el mejor de los casos ven el teatro oficialmente etiquetado como el de actualidad cultural. Al conocerlos, generalmente descubro que el teatro no forma parte de su menú de salidas habitual. Tampoco veo que lleguen con una expectativa televisiva, no son tantos los del mito “quiero ser una estrella de la tele”, no, estudiantes de psicología, de sociología, abogados, empleados bancarios, jóvenes en el fin de la adolescencia viendo qué onda antes de empezar supuestamente alguna carrera liberal, también docentes... Y no han visto mucho teatro. Pero quieren actuar. Y muchas veces con arrollador entusiasmo. Bien, quieren actuar. Pero ¿actuar qué?.


Esto plantea un problema de inicio: hay que convenir que el teatro, hoy, es un berenjenal de opciones diferentes, más que eso, hay muchos teatros. Y cada teatro es particular. ¿Cuáles deben ser los contenidos y la metodología de una clase de teatro en este contexto?. Es tan diferente rememorar el sabor del limón con los ojos cerrados de realizar una vuelta carnero y sacarse el sombrero como es diferente una escultura de un barrilete. Esto no es nada simple. Pero sin embargo es tan simple tener ganas de actuar.


Un grupo de personas se reúne en un sitio determinado del planeta y en un momento determinado de una época, con el fin de iniciar el aprendizaje de un arte. Pienso en la responsabilidad de un docente al recibir e iniciar a los alumnos al teatro, ¿hacia adonde abrir el panorama?, ¿dónde abrir una ventana?. Miremos la cartelera de teatro con ojos turistas, la variedad es mucha y cada espectáculo de teatro es ferozmente diferente al otro. Cada búsqueda de cada teatro también. También me ocurre, y sin sentirme orgulloso de ello, que descreo que “Grande Maestros” sean útiles para esta época de fragmentación y multiplicidad, admiro el talento de muchos de ellos, pero me provoca desconfianza la endogamia que se produce al tiempo. La subjetividad de una sola persona termina por teñir diversas estéticas, condiciona la mirada del espectador y el movimiento que el “Gran Maestro” inició, muchas veces adquiere una impronta de club deportivo en el cual se alienta a los propios ídolos.


Pero bueno, es cierto que así como sabemos de historias devastadoras de docentes con alumnos de iniciación, también sabemos que un actor es actor a pesar de los profesores que ha tenido, su voluntad y vocación ha ido más allá desde el vamos.


Pero todo esto no contesta la pregunta, ¿cómo responder a la motivación real de un alumno que se acerca al centro cultural más cercano en su geografía social y decide anotarse en “teatro”?. Antes que todo, ¿hace falta responder a esa motivación?. Sí, hace falta. El teatro no es una ciencia, no es “progresista”. El teatro “no progresa”. No evoluciona como evoluciona y se perfecciona la astronomía, la química, la física o los mamíferos. No ha “progresado” Beckett de Shakespeare, ni Brecht de Sófocles, y por hablar solo de teatro escrito. El teatro parece mostrar una convivencia de tiempos distintos. Como el acertijo del agujero negro o la pesadilla de Mafalda, infinitos teatros pueden caber en un mismo espacio y tiempo. Sería imposible que un solo actor de este planeta pueda pasar por todas las formas y estilos de teatro en una sola vida.


Entonces ¿cómo responder a la motivación del alumno de teatro?, pero no por cortesía, sino porque ahí en la motivación es donde está la indispensable alegría creativa. No tengo ninguna respuesta todavía, la sigo buscando. Me sirve escuchar, me sirve descubrir el imaginario de un grupo y ponerme a su servicio. Trato de ser objetivo con los “preconceptos” que yo tengo acerca de cuáles son los “preconceptos” que trae el alumno. Muchas veces en ese “saber mimético de la sociedad” hay contundentes propuestas estéticas. Hago el intento de liberarlos de la idea de que aún tienen un largo recorrido antes de apropiarse del rol de actor. El teatro es presente. Simplificar al mínimo la definición de actor. Por ejemplo: el actor es un emisor de signos. Emite para que un otro reciba un signo. ¿Cuál signo?. Uno. Y algo empieza a funcionar. El cuerpo expresivo se organiza sí o sí cuando el “actor” que emite, le otorga precisión al signo que quiere transmitir. Creencia plena en la emisión de ese signo. Ahora el problema es encontrar qué quiere decir ese actor, y luego, cómo decirlo, lo cual es mucho más aprehensible que explorar todas, todas, todas, pero todas las posibilidades expresivas de un cuerpo. En algún momento la inquietud aparece. Puede ser que comiencen a ver teatro, tomen posiciones críticas, se identifiquen con ciertos estilos, y que, obviamente, piensen dos veces en qué curso anotarse la próxima vez.


Alejandro Zingman es profesor de actuación y director de teatro.


Artículo publicado originalmente en Revista Ritornello. Devenires de la Pedagogía Actoral, Año I, Nro. 2, Buenos Aires, 2001, p. 37-38

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